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EUROPA/ITALIA - “La bioética al servicio de las Misiones”: entrevista al P. Giuseppe Buono, PIME, coautor de un libro que analiza los puntos comunes del trabajo de un bioético y la obra de un misionero
Roma (Agencia Fides) - ¿Qué pueden tener en común un misionero y un bioético? Aparentemente nada. Uno dedica toda su existencia a la difusión del Evangelio en la caridad fraterna. El otro —sobre todo si es de corte personalista y cercano al pensamiento de la Iglesia— podría parecer un “ratón de biblioteca”, demasiado absorto en sus estudios hasta el punto de perder el contacto con la realidad. Sin embargo, estas dos figuras tan distintas persiguen un fin común, trabajan de manera autónoma e independiente pero en paralelo, como los rieles del tren. Éste sería, en extrema síntesis, el argumento central del manual de P. Giuseppe Buono y de Patrizia Pelosi editado por la Editrice Missionaria Italiana (EMI) bajo el título “Bioética-Religiones-Misiones. La bioética al servicio de las misiones”.
“El bioético y el misionero —se puede leer en la página 367— se encuentran sin proponérselo recorriendo el mismo camino del hombre, se encuentran porque ambos buscan realizar la plenitud de la humanidad, uno para defenderla y el otro para salvarla”. Ambos defienden y salvan la plenitud y por lo tanto la verdad de la persona humana. Esto es precisamente lo que tienen en común las dos figuras. Pero la tierra de misión, por su misma definición, con frecuencia es una tierra de frontera y de encuentro con las otras religiones del mundo. También éstas, en la medida en que tienen una visión del ser humano, adoptan posiciones precisas sobre los problemas de la vida y de la ética. Posiciones que muchas veces no sólo no coinciden sino que se contraponen, como por ejemplo, la religión hebraica y la católica en relación al aborto; o la aproximación completamente distinta que hay entre el mundo islámico y la Iglesia católica en materia de contracepción. Estas divergencias muchas veces nacen de distintas, sino opuestas, antropologías que sólo con gran dificultad se pueden hacer coincidir.
Pero según el P. Giuseppe Buono, autor del manual junto con la doctora Patrizia Pelosi, el punto de encuentro se da en el intento común de todas las religiones por salvaguardar la naturaleza humana. “El punto de partida lo podemos encontrar en los principios comunes de la defensa de la vida. Las grandes religiones —recuerda a la Agencia Fides P. Buono, sacerdote del PIME y profesor de Misionología— tienen en común la creencia en un Dios Creador donde el hombre no sería el propietario de la vida sino más bien un buen administrador. Precisamente a partir de este punto se puede iniciar un diálogo interreligioso con frutos”.
Una vez que se ha encontrado el punto de encuentro se debe justificar que cosa tendría que decir la bioética en las tierras de misión, donde la atención cotidiana se concentrada sobre todo en exigencias como comer, curarse o simplemente sobrevivir. Pero precisamente en un contexto semejante la dignidad de la naturaleza humana corre más riesgos porque se presenta más débil, indefensa y vulnerable. P. Buono también llama la atención sobre “la explotación vergonzosa de los países industrializados de las zonas más indefensas del planeta. Esta explotación atenta directamente contra la dignidad de las personas y por lo tanto tiene que ser eliminada”. También en este campo las respuestas de la bioética pueden ser instrumentos preciosos para el trabajo de los misioneros, a quién está dirigido el manual del P. Buono y del que la doctora Pelosi, médico y bioética, ha cuidado la parte científica.
Pero hay que evitar a toda costa el grave error de pensar que el occidente, culto pero poco coherente, no tiene nada que aprender de las culturas que se encuentran en tierra de misión. Es más, África y los africanos tienen mucho que enseñarnos en relación a la sacralidad y a la defensa de la vida. Con frecuencia —afirma P. Buono— los misioneros somos mal vistos cuando se sabe que cosas se hacen con el aborto en los países industrializados”.
La bioética, como respuesta a los problemas que conciernen la vida corpórea del ser humano, puede llegar a ser incluso una misma cosa con el trabajo misionero, ya que, como se afirmaba antes, ambos caminan en la misma dirección y tienen un fin único, la salvaguarda de la dignidad de la persona humana.
¿Cómo realizar todo esto? No existen recetas ya listas y soluciones preparadas. Los problemas, sobre todo aquellos que se encuentran cotidianamente, muchas veces son demasiado complejos para poder darles una respuesta clara e inmediata. Quizás sólo una cosa es esencial y determinante: “El elemento fundamental es el testimonio” sostiene P. Buono. (F.B.G.) (Agencia Fides 18/5/2007